En un salón de columnas abarrotado de público inició su intervención la Mira Milosevich, experta en Rusia, Euroasia y los países balcánicos, para exponer la aceleración de la historia que está suponiendo la guerra en Ucrania y cuya intervención resume a continuación el profesor Manuel Torres, director de la Cáteda. El conflicto viene a unirse a un proceso iniciado años atrás, en virtud del cuál Putin se niega a subordinarse a Occidente y quiere modificar el status quo europeo después de la caída del muro de Berlín, en el que Rusia no acepta considerarse derrotada por el fin de la guerra fría. La estrategia política del Kremlin ha sido la de revertir el resultado de los acontecimientos políticos de principios de los años noventa. Rusia tiene una mentalidad imperial, en palabras de un politólogo británico, así como España o el Reino Unido han tenido un imperio, Rusia considera que ha sido un imperio, lo que supone una importante diferencia de matiz, el ser y el tener.
Aprovechando las muestras de debilidad de los Estados Unidos, especialmente tras la precipitada salida de Afganistán, Putin inició una guerra para corregir el fracaso de ver limitada su influencia y el fracaso de no poder influir ni controlar la política ucraniana, tras la caída del presidente prorruso Yanukovich. ¿Cuál es la actual situación? La primera fase de la guerra ha terminado con una derrota parcial de Rusia, pues sus objetivos de desnazificar, es decir, derrocar al gobierno ucranio y desmilitarizar, controlar su ejército han fracasado. Se ha iniciado una segunda fase que en principio persigue controlar el Donbas y el corredor con Crimea, para lo que necesita destruir Mariupol, que seguramente será la gran victoria que pretende anunciar el 9 de mayo, día de la gran victoria patria. En función de cómo se desarrolle esa operación puede intentar conquistar Odesa para de ese modo convertir a Ucrania en un país continental sin salida al mar, pero este objetivo puede ir cambiando y es muy complicado.
Occidente también ha cambiado sus objetivos en estos días de guerra, ahora parece querer no solo expulsar a Rusia de Ucrania, sino también de Crimea. También la dialéctica ha elevado extraordinariamente el tono desde que Biden llamó a Putin criminal de guerra. Esta escalada verbal dificulta de momento cualquier posibilidad de acuerdo.
Queda claro que la posible integración de Rusia en un orden internacional democrático ya no existe y que, desde luego, la idea de Fukuyama del fin de la historia ha fracasado igualmente. Estamos en un mundo multipolar en el que ni China ni India han condenado la invasión. Se abre un nuevo mundo en el que la rivalidad entre potencias va a marcar las relaciones. El siglo XX tuvo como objetivo la búsqueda de un mundo seguro para la democracia. El siglo XXI es el del fin de la “pax americana” y la aparición en escena de nuevas potencias que rivalizarán con Estados Unidos.
Por su parte Félix Artega, experto en seguridad y defensa internacional y estrategias militares, inició su intervención poniendo de relieve que se ha iniciado una época de rivalidad internacional en la que la competencia se realiza sin respeto a las normas, sin restricciones morales o legales, marcada por la ruptura de las convenciones internacionales. Se ha fragmentado la convivencia global. Rusia se ha sentido amenazada, en su visión, por un occidente que atenta a su memoria. Rusia mantiene un ejército de carácter defensivo, salvo algunas excepciones como Siria o Chechenia y ahora ha pretendido ofrecer de nuevo una imagen defensiva de sus fronteras, entre las que considera en cierto modo incluida a Ucrania o al menos su derecho a influir sobre Ucrania. Sin embargo, su operatividad militar en proyección externa es muy limitada, tal y como se está demostrando en esta guerra. Posee una buena capacidad de protección de su espacio aéreo que lo hace inexpugnable, pero a cambio tiene poca operatividad terrestre. Utiliza artillería de largo alcance con fuego a distancia pero falla en operaciones tácticas porque no ha desarrollado funcionalidades de integración de fuerzas. Sus equipos e intendencia son insuficientes y han demostrado una falta de capacidad tecnológica. Tampoco han demostrado especial habilidad en la conducción de grandes unidades operativas y una falta de coordinación en fuerzas aéreas y terrestres.
Por otro lado no han elegido bien los objetivos estratégicos, pensando, sobre todo, en una caída inminente del gobierno ucraniano, y también han minusvalorado la capacidad del ejército ucraniano, que cuenta con una buena preparación militar, experiencia en la guerra del Donbás y una cadena de mando bien estructurada con un buen manejo igualmente de la artillería y del desplazamiento de unidades de combate ligeras. De momento, puede decirse que en los objetivos noroccidentales, entorno a la capital la victoria ha sido del ejercito ucraniano, en tanto que en la zona del Donbas y el corredor de Mariupol las tropas ucranias no han sido capaces de ofrecer resistencia. Se puede pensar que la guerra va a durar más allá del verano y que la OTAN de momento puede aguantar la situación sin modificar su posicionamiento táctico actual. Sin embargo, la variable más peligrosa por despejar es qué pasará si a las fuerzas militares rusas les sigue yendo mal o muy mal frente a un ejército ucraniano cada vez técnicamente mejor pertrechado. Si esto pone en peligro el prestigio militar ruso y el del propio Putin, puede pensarse sin temor a ser injustificadamente alarmista que aquel recurrirá a armas nucleares tácticas de alcance más o menos limitado.
A preguntas de varios asistentes hubo algunas respuestas de particular interés. Por ejemplo Mira Milosevich afirmó que si Ucrania ataca Crimea, Rusia no dudará en considerar que es un ataque a la integridad territorial rusa que es una de las condiciones que tienen fijadas para la utilización de armas nucleares. Y por supuesto Putin no va a renunciar fácilmente a su propia doctrina Monroe, en virtud de la cual Ucrania es parte de su área de influencia. Un dato interesante que facilitó Milosevich es que cuando se produjo la ocupación de Crimea, el 80% de la población rusa apoyó esa actuación y que actualmente entre un 60 y un 65% de la población rusa apoya la estrategia de Putin. Para el 70% de los rusos los Estados Unidos y la OTAN son los responsables del actual conflicto y que ni Estados Unidos ni la OTAN quieren la paz, sino lo que desean es desangrar a Rusia y acabar con el gobierno de Putin. Así que de momento no se vislumbra un peligro interno para el presidente. ¿Es posible un golpe de palacio? Esto solo ha acontecido en Rusia cuando se ha producido una derrota militar. En 1905 en la guerra con Japón, en 1917 en la Guerra Mundial y en 1991 con el colapso de la Unión Soviética. Ahora solo una derrota militar haría peligrar el poder de Putin, pero antes de que eso acontezca utilizará la fuerza nuclear, ahí está el peligro.
Si al principio de la guerra hubo protestas, apuntó Arteaga, fue porque todavía quedaban ciertos resquicios para la información más o menos libre, hoy todos los medios están absolutamente controlados por el gobierno y la información sobre la guerra es completamente sesgada por eso la opinión pública rusa ofrece los datos que antes se han indicado.
En todo caso, concluyó, no puede olvidarse que para Estados Unidos y la OTAN esta guerra no puede constituir un gran desgaste y todavía tienen margen de espera. Rusia es solo una distracción, el principal rival es China, ese país es el que está al fondo del telón del nuevo escenario global. Entre tanto será necesario que las poblaciones occidentales tengan capacidades de ciertos sacrificios y que se produzca una rápida transición a otras energías renovables porque no haber hecho una nueva arquitectura de seguridad y defensa en los años noventa ha dejado claramente a Rusia como una país que ya no se puede considerar socio para nada.