Así impacta en el medio ambiente una incorrecta gestión de las mascarillas usadas
Si la mitad de la población de España usa una nueva mascarilla quirúrgica todos los días, se utilizarían alrededor de 705 millones de mascarillas por mes. Si tan solo el 1% de ellas no se eliminan adecuadamente durante un año, se generarían aproximadamente unas 84,6 millones de mascarillas contaminadas, muchas de las cuales terminarán en el mar.
Según estimaciones de la Politécnica de Turín, durante el levantamiento de la fase de confinamiento, Italia necesitará mil millones de mascarillas y 456 millones de guantes por mes. En Kalamata, una ciudad griega al suroeste de Atenas, los guantes, las toallitas y los frascos de desinfectante desechados aparecen esparcidos en parques, aceras y carreteras. Residuos similares están causando problemas en metrópolis más grandes como Nueva York y Londres.
La OMS afirma que lavarse regularmente las manos ofrece mayor protección para frenar el contagio de la COVID-19 que el uso de guantes de goma cuando se está en áreas públicas. Los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU. indican que las mascarillas de tela lavables ofrecen la protección necesaria para el público. Según Claudia Brunori, química de la Agencia para las Nuevas Tecnologías, Energía y Desarrollo Económico Sostenible italiana, “los países deberían tratar de desarrollar productos hechos del mismo polímero, que podamos rastrear y recolectar en contenedores desechables sellados, donde puedan desinfectarse y reciclarse”. Esto está sucediendo en Italia a pequeña escala a nivel local. Las ONG, las instituciones y los investigadores han creado EPP reutilizables, donde se retiene la estructura de la mascarilla y solo se desecha el filtro. Mike Bilodeau, director regional de Plastic Oceans para Europa, sugiere que en lugar de importar estos equipos, deben fabricarse localmente y de forma que los elementos plásticos puedan reciclarse y reutilizarse.
La UE introdujo el año pasado regulación para abordar la basura marina. La directiva sobre plásticos de un solo uso, que debe convertirse en ley a nivel nacional este año, incluye la prohibición de los plásticos de un solo uso, como bastoncillos de algodón, cubiertos y pajitas. Las mascarillas y guantes médicos no están incluidos. La asociación europea de convertidores de plásticos ya ha pedido que la legislación de la UE se retrase un año debido a la COVID-19. Sin embargo, Bruselas ha rechazado la petición. Aun así, hay evidencias del regreso a los vasos de plástico de un solo uso debido a la emergencia sanitaria por COVID-19. En Starbucks han prohibido las tazas reutilizables. La Comisión Europea está desarrollando estándares para plásticos biodegradables. Pero incluso si los PPE estuvieran hechos de tales materiales, no servirían para evitar la contaminación marina.
Richard Thompson, profesor de biología marina en la Universidad de Plymouth, afirma que “un estudio reciente sobre plástico biodegradable expuesto a diferentes ambientes mostró que algunos artículos desaparecieron rápidamente, mientras que aún se podían utilizar las bolsas para ir a la compra después de cuatro años en el mar. Para cuando llegan al océano, es demasiado tarde”. Thompson acuñó el término microplásticos en el 2004.
Dado que el uso generalizado de EPP es un fenómeno reciente, no existen estudios sobre el impacto de sus desechos en el entorno marino y sus habitantes. No obstante, se han descrito los riesgos que otros plásticos presentan para los animales de los océanos. Pueden, por ejemplo, enredarse con ellos o confundirlos con alimentos. En diciembre de 2019, se descubrió que un cachalote hallado muerto en la isla escocesa de Harris tenía una bola de basura de 100 kilogramos en el estómago. Además, la degradación de los fragmentos de plástico en el mar libera paulatinamente contaminantes invisibles. Si permanecen intactos, se descompondrán en pequeños trozos o microplásticos.
Vía: El Diario